Trujillo, la ciudad de la eterna primavera, es desde hace un tiempo una de las ciudades donde se aplica el Nuevo Código Procesal Penal; un escenario donde la Policía Nacional tiene ciertas limitaciones para desarrollar su constante lucha frontal contra la criminalidad en sus diferentes modalidades.
¿Cuentan nuestros policías con un marco legal eficiente y eficaz para combatir el crimen?
Hoy el Diario La Industria, recoge esta problemática, los invito a leerla y a participar con sus comentarios y aportes objetitos.
El esfuerzo policial vs Nuevo Código Penal
La muerte de dos policías, un mayor y un suboficial, en el distrito de Pacanga, en Chepén, confirma la situación de vulnerabilidad de nuestras fuerzas del orden frente a la organización y accionar de la delincuencia. Muertos en pleno ejercicio de su deber, muertos por desconocer la magnitud del enemigo al que se enfrentaban, muertos por causa de la indiferencia con que las leyes tratan a quienes, literalmente, dan el pecho en los frentes internos.
Este doble homicidio, además, refleja el desconocimiento con que los efectivos miden el grado de peligrosidad que reviste cada nueva incursión, desconocimiento que, a la larga, subestima la fuerza del hampa y no reconoce que el panorama de la inseguridad en la región ha adoptado una nueva y pavorosa fisonomía.
Decimos esto porque de las características de este crimen se puede deducir que los policías ultimados, uno de ellos el propio comisario de Pacanga, no tuvieron a la mano un renovado diagnóstico de los movimientos de los delincuentes, los cuales ya no se concentran únicamente en las grandes urbes, en un fenómeno que se observa hace tiempo en otros lugares, ahora se desplazan por diversos poblados sembrando terror a la sombra de un cuerpo policial que se revela, para desgracia nuestra, frágil frente al peligro.
Cabe preguntarse, sin embargo, si es esta la misma policía que poco tiempo atrás era acusada de cosechar muertos entre las bandas de extorsionadores, ‘marcas’, delincuentes comunes y otros que se asentaban en los conos de la ciudad. La policía de entonces no parecía, ni de lejos, ser una institución medrosa e inexperta.
Afortunadamente, la Policía no es ni lo uno ni lo otro, pero camina por el peligroso sendero hacia semejante identidad o, peor, que la vuelva indiferente ante el avance delincuencial. ‘Hacerse de la vista gorda’, como dicen, debido sólo y únicamente, al despropósito que aparentemente significa el Nuevo Código Procesal Penal, cuyos artículos garantizan la posición del culpable frente al justiciero.
Los trujillanos aún no nos reponemos de la sorpresa y franca decepción con que recibimos la noticia de la liberación de los seis presuntos marcas capturados el pasado 24 de noviembre. De acuerdo con la versión de la Fiscalía, el operativo policial revestía una serie de inconsistencias derivadas de los parámetros señalados en el texto legal y que exigen la presencia del fiscal siempre y cada vez que tenga lugar una incursión, entre otros requisitos que, pensamos desde esta tribuna, obstaculizan la labor de la Policía Nacional y permiten que el hampa se reorganice con mayor fuerza.
Sería el colmo, si los asesinos de estos dos policías de Pacanga salieran libres porque fueron detenidos con la presencia fiscal.